Editoriales Rebeldes
EL VIEJO MUNDO SE MUERE,
EL NUEVO TARDA EN APARECER...

¡¡…Y EN ESE CLAROSCURO SURGEN LOS MONSTRUOS!! Eso fue lo que escribió el italiano Antonio Gramsci, en las primeras décadas del siglo XX, ya veremos porque estas reflexiones comienzan con ese pensamiento.
Ese viejo mundo llega al siglo XXI sin futuro, maltrecho y exhausto.
Sus valores fundamentales son: El mercado capitalista, donde todo es mercancía que se puede comprar o vender. La propiedad privada de los bienes de producción, considerada como la columna vertebral que sostiene al capitalismo vigente. Por último, su devoción por la mayor ganancia y el dinero. Esos son los principios que continúan siendo el norte cultural y el sostén del occidente actual.
Ellos ya no tienen la hegemonía mundial que durante varios siglos tuvieron y que les facilitó el saqueo sistemático de las riquezas de otros pueblos. Nada pudo evitar que ese occidente, con EEUU y Europa a la cabeza, esté asistiendo a su agotamiento y pérdida de influencia mundial.
Nunca tuvieron tanto poder destructivo como el que hoy pueden exhibir, pero - simultáneamente - nunca estuvieron tan aislados como hoy lo están. Algunos ejemplos de características alegóricas lo atestiguan. Eso lo podemos verificar en un organismo muy próximo a sus intereses - las Naciones Unidas - y sus votaciones sobre temas de indudable valor simbólico, como el prolongado bloqueo a Cuba o el complejo conflicto palestino-israelí, en esas cuestiones la posición norteamericana solo puede contar con el apoyo de Israel.
Los valores de ese viejo mundo, que ellos representan, están atravesando una profunda crisis.
Si ponemos a la par la gigantesca fuerza que han acumulado, con la mencionada soledad que tienen y con la profundidad de la crisis global en la que están envueltos, podremos encontrar mejores explicaciones a los peligrosos conflictos que los tienen como protagonistas en diversos lugares del planeta.
Ellos tienen que ver con la obstinada defensa de un poder en decadencia y de un modelo social que cada vez tiene más dificultades para mantener su vigencia.
Los datos de la economía mundial, con una acelerada acumulación en pocas manos, nos ponen ante la evidencia de un modelo socialmente insostenible. A ese sistema nuestro país lo reproduce de un modo suicida. Aquí, una de sus manifestaciones la tenemos en la creciente extranjerización del aparato productivo.
Según un reciente Informe de Oxfam (consultora de la Universidad de Oxford y docentes de otras universidades), el 1% más rico ha acaparado - desde el punto de vista global - casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020. La riqueza de esta ínfima minoría de multimillonarios está creciendo a un ritmo de 2.700 millones de dólares al día, una de sus contrapartidas es que simultáneamente no menos de 1.700 millones de trabajadoras y trabajadores habitan en países donde la inflación es superior al incremento salarial. Con lo cual la brecha de desigualdad, en esos casos, sigue aumentando.
Según el mismo Informe, Elon Musk, una de las personas más ricas del mundo, pagó durante el período 2014/2018 un impuesto real de alrededor del 3%, mientras que una mujer africana que tiene un ingreso de 80 dólares paga - en impuestos - el 40 % de lo que logra facturar.
Un solo dato más: La familia Walton, dueña del 50% de nuestro conocido Walmart, repartió el año pasado unos 8.500 millones de dólares en concepto de dividendos. Según estimaciones realizadas por especialistas, en los “países centrales” el 50% de la inflación existente tiene que ver con estos exagerados beneficios empresariales.
Esa misma situación acontece en la Argentina de las últimas décadas. Prácticamente, desde 1975 se inicia un proceso de decadencia, agravado durante la dictadura genocida entre 1976/1983. Desde allí hasta hoy, la Argentina vive 40 años de una democracia sin interrupciones.
Durante ese período la decadencia económica y social se ha continuado. Todo ello a pesar del discurso inicial del Presidente Raúl Alfonsín cuando prometió que con la democracia “se come, se educa y se cura”.
La realidad post alfonsinista desmintió esas palabras y varios de sus sucesores profundizaron la pobreza y el desquicio social, hasta los niveles que hoy todos conocemos.
Todo eso forma parte del viejo mundo que se muere.
EL VACÍO EXISTENTE Y EL NUEVO MUNDO QUE TARDA EN APARECER
Guiados por un inmediatismo de corto alcance, diferentes gobiernos no supieron aprovechar los momentos favorables de la economía mundial. Con el posibilismo de “hacer lo que se puede” nos fuimos estancando (que es una forma de retroceder) y el llamado movimiento popular se fue enredando en el seguidismo a gobiernos sin voluntad de transformar la realidad existente.
Las voces críticas se fueron ahogando en la reiterada y proclamada comodidad de “no hacerle el juego al enemigo”. De ese modo se fueron malgastando energías y desde otros lugares se fue construyendo una alternativa conservadora, como salida a la crisis social existente.
Desde los espacios vinculados a las organizaciones sociales hubo dos respuestas contemporáneas. Una, muy positiva, orientada a la organización de quienes estaban sin trabajo o solo con la posibilidad de algunas “changas”. La otra respuesta tenía que ver con las limitaciones de no avanzar más allá de esa reivindicación elemental de un ingreso por un salario social complementario (Programa “Potenciar Trabajo”, por la mitad de un salario básico y con la contraprestación de 4 horas diarias de trabajo) y algunas provisiones de comida, pero sin superar los topes del asistencialismo.
En ese marco, la
economía popular continúa teniendo un desarrollo muy reducido.
Ella está fundada en una producción sin patrones. Por un lado, como una forma de sobrevivencia y - fundamentalmente - como un mecanismo para ir construyendo un nuevo tipo de poder alternativo. Entre las causas de ese débil crecimiento se destaca el temor a la construcción de nuevas formas de organización de clase.
Tampoco hay que ignorar el pensamiento de quienes, influenciados por un productivismo desarrollista, la consideran como algo estrictamente marginal o una especie de hipismo tardío. Muy lejos de eso, es la posibilidad de construir las bases de un nuevo modelo social de vínculos para la producción y respeto hacia la naturaleza. Por el contrario, tiene posibilidades de constituirse en uno de los sustentos de un reverdecer del movimiento popular y alimento de nuevas luchas.
Los recientes resultados electorales nos ponen ante la evidencia de que aún no está suficientemente asimilada la profundidad de la crisis que estamos transitando.
Lo ocurrido tiene una multiplicidad de razones, pero la generalización y semejanza de esta manifestación indica que hay razones y razones. Hay muchas que son de índole local y con influencias de tipo personal. Pero hay temas de fondo que se desplegaron a lo largo y ancho de toda nuestra geografía nacional. Por eso se votó de un modo parecido en todo el país.
El fracaso institucional y económico-social del modelo vigente pone en evidencia su agotamiento para responder a las necesidades colectivas. Las organizaciones del movimiento popular no fueron capaces de construir esa alternativa. Los causantes de la catástrofe actual inocularon el temor al pueblo organizado y a cambios profundos y verdaderos. Ahora se aprovechan del vacío producido para aplicarnos las recetas de un presunto eficientismo individualista, al servicio del poder constituido.
Como consecuencia de ello, los responsables de la crisis - aprovechando nuestras debilidades - están procurando construir una nueva hegemonía social. Con ella tratarán de extender y ampliar el poder de sus privilegios todo lo posible, pero saben que bajo las condiciones que ellos necesitan, en este planeta no les queda mucho tiempo. Por eso se desesperan en buscar sus recursos y vida futura en otras latitudes del universo.
Ése es el monstruo que le da una continuidad inédita al pasado decadente. Estos son los tiempos en los que, las organizaciones del pueblo, pueden y deben construir lo nuevo que tarda en aparecer. No se trata de repetir lo conocido para que “el monstruo” se siga alimentando de nuestra incapacidad de construir ese futuro. Estamos ante el desafío de una resistencia constructiva que ponga de pie las condiciones para hacer realidad el porvenir esperado.
LOS RESULTADOS ELECTORALES: DATOS Y EFECTOS
Javier Milei fue un contundente triunfador en el ballotage o segunda vuelta celebrado el domingo pasado, 19 de noviembre. Su triunfo y el volumen de la diferencia fueron llamativos y alejados de los pronósticos previos. Sin la pretensión de dar una explicación cabal del fenómeno hay algunas cuestiones que explican o al menos ayudan a entender lo ocurrido. Las preguntas giran en torno a dos interrogantes: Porqué y cómo ganó, teniendo presente los resultados de la primera vuelta realizada el 22 de octubre.
Mirando los números de la primera vuelta se observa la siguiente distribución de votos: Massa 36,78%; Milei 29,99%; Patricia Bullrich 23,81%; Juan Schiaretti 6,73% y Miriam Bregman 2,69%. El ballotage, donde participaron los dos primeros de la vuelta inicial, tuvo estos resultados: Milei 55,69% y Massa 44,31%. Los números de la participación, estuvieron - en ambas convocatorias - en torno al 76 y 77% y - al igual que los votos en blanco y nulos - no tuvieron un peso significativo y mayores diferencias, entre una y otra elección.
Con estos números resulta más que claro el resultado electoral. El número de los votos de Milei, resulta de sumar los propios, más los de Patricia Bullrich y alrededor del 30% de los votos a Schiaretti. Los de Massa se corresponden con la suma de los propios, aproximadamente el 70% de los votos a Schiaretti y la totalidad de los votantes de Bregman. Obviamente, estas son aproximaciones globales que tienen alguna verificación en el conjunto nacional.
Estas consideraciones parten de analizar y explicar el aspecto numérico. Si pensamos en la razón de esta distribución ponemos colocar como una de las causales principales diciendo que el voto a Milei, contiene a la inmensa mayoría del voto no peronista. En algunos casos por adherir a una especie de tradicional gorilismo y en otros por la identificación de la dirigencia actual del peronismo, con la mala situación que hoy atraviesa el pueblo.
Pero fue la bronca de gran parte de nuestro pueblo, particularmente de franjas importantes de la juventud, lo que tradujo esos sentimientos en votos y nos puso ante esta nueva realidad.
Comienza un proceso institucional que tiene, entre otros, dos grandes desafíos: La reconfiguración del mapa político de nuestro país y el destino de tal reacomodamiento.
El actual sistema político nace a mediados del siglo pasado con la instalación de un modelo que tuvo como protagonistas principales al peronismo y su contrapartida: el antiperonismo.
Este esquema tiene sus raíces en el origen de la Argentina, con el tema - nunca del todo resuelto - entre unitarios y federales. Llega hasta nuestros días de la mano del choque de intereses entre la ciudad puerto - Buenos Aires - y un vasto territorio, conocido como el interior, sujeto a la dominación del primero. La apertura indiscriminada de la economía y la protección del mercado interno - con todas sus variantes - constituyen los extremos actuales de esa diferencia.
La disgregación de Juntos para el Cambio (JxC) y la caótica situación del peronismo, agravada por la reciente derrota, son sus puntos salientes.
La aparición de una tercera fuerza - ahora mayoritaria - con Javier Milei como figura gravitante, es la novedad que termina de poner en crisis a todo el sistema. A la demostrada incapacidad del modelo para resolver nuestros problemas, se le agrega que los partidos que venían ejerciendo la administración del Estado han sido desalojados del gobierno por la vía del voto. Es la primera vez que eso ocurre. Hasta ahora solo los golpes militares habían logrado poner a ambas fuerzas fuera de diferentes gobiernos.
El reacomodamiento del espectro político, luego de este terremoto será la cuestión predominante en todos los corrillos políticos de los próximos tiempos. Los debates periodísticos tendrán en esas cuestiones una larga tela para cortar.
Pero hay otro aspecto, aún más importante. Se trata del destino de ese reacomodamiento. Para qué lado, en el mediano plazo, se orientarán los mismos. ¿Podrá Milei domar al caballo de esta recomposición? y - al mismo tiempo - ¿le dará el cuero para conducir los múltiples conflictos que tiene en puerta, tanto aquellos de vieja data como los que él mismo provocará, voluntaria o involuntariamente?
Sabedor de que carece
del “tiempo de gracia” que suele acompañar a los nuevos gobiernos, ¿podrá Milei
avanzar en la dirección anunciada, y - en tal caso - cómo reaccionará el pueblo
ante esas decisiones? No es un dato menor ¿si el pueblo aceptara esas
decisiones, él las rechazará o tal vez el propio Presidente induzca a
explosiones limitadas para terminar controlándolas? No son interrogantes
secundarios. En la respuesta se irán delineando los caminos del futuro. Allí, se
sabrá cuáles son los límites que el pueblo y las organizaciones populares le
opondrán a esas novedades. También conoceremos los efectos, si ellas son
rechazadas. ¿Ello podrá cambiar el destino del gobierno?
En ese camino no se debe ignorar el peligroso mensaje del ex Presidente Mauricio Macri en el sentido de que los jóvenes, “no se van a quedar en casa si (…) salen a reclamar contra el presidente electo”. -
JUAN GUAHÁN
https://www.facebook.com/profile.php?id=100067149060864
https://instagram.com/noticiaslibres2021?utm_medium=copy_link