sábado, 25 de noviembre de 2023

Editoriales Rebeldes 

EL VIEJO MUNDO SE MUERE,

EL NUEVO TARDA EN APARECER...

¡¡…Y EN ESE CLAROSCURO SURGEN LOS MONSTRUOS!! Eso fue lo que escribió el italiano Antonio Gramsci, en las primeras décadas del siglo XX, ya veremos porque estas reflexiones comienzan con ese pensamiento. 

Ese viejo mundo llega al siglo XXI sin futuro, maltrecho y exhausto.

Sus valores fundamentales son: El mercado capitalista, donde todo es mercancía que se puede comprar o vender. La propiedad privada de los bienes de producción, considerada como la columna vertebral que sostiene al capitalismo vigente. Por último, su devoción por la mayor ganancia y el dinero. Esos son los principios que continúan siendo el norte cultural y el sostén del occidente actual.

Ellos ya no tienen la hegemonía mundial que durante varios siglos tuvieron y que les facilitó el saqueo sistemático de las riquezas de otros pueblos. Nada pudo evitar que ese occidente, con EEUU y Europa a la cabeza, esté asistiendo a su agotamiento y pérdida de influencia mundial.

Nunca tuvieron tanto poder destructivo como el que hoy pueden exhibir, pero - simultáneamente - nunca estuvieron tan aislados como hoy lo están. Algunos ejemplos de características alegóricas lo atestiguan. Eso lo podemos verificar en un organismo muy próximo a sus intereses - las Naciones Unidas - y sus votaciones sobre temas de indudable valor simbólico, como el prolongado bloqueo a Cuba o el complejo conflicto palestino-israelí, en esas cuestiones la posición norteamericana solo puede contar con el apoyo de Israel.

Los valores de ese viejo mundo, que ellos representan, están atravesando una profunda crisis.  

Si ponemos a la par la gigantesca fuerza que han acumulado, con la mencionada soledad que tienen y con la profundidad de la crisis global en la que están envueltos, podremos encontrar mejores explicaciones a los peligrosos conflictos que los tienen como protagonistas en diversos lugares del planeta. 

Ellos tienen que ver con la obstinada defensa de un poder en decadencia y de un modelo social que cada vez tiene más dificultades para mantener su vigencia. 

Los datos de la economía mundial, con una acelerada acumulación en pocas manos, nos ponen ante la evidencia de un modelo socialmente insostenible. A ese sistema nuestro país lo reproduce de un modo suicida. Aquí, una de sus manifestaciones la tenemos en la creciente extranjerización del aparato productivo.

Según un reciente Informe de Oxfam (consultora de la Universidad de Oxford y docentes de otras universidades), el 1% más rico ha acaparado - desde el punto de vista global - casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020. La riqueza de esta ínfima minoría de multimillonarios está creciendo a un ritmo de 2.700 millones de dólares al día, una de sus contrapartidas es que simultáneamente no menos de 1.700 millones de trabajadoras y trabajadores habitan en países donde la inflación es superior al incremento salarial. Con lo cual la brecha de desigualdad, en esos casos, sigue aumentando.

Según el mismo Informe, Elon Musk, una de las personas más ricas del mundo, pagó durante el período 2014/2018 un impuesto real de alrededor del 3%, mientras que una mujer africana que tiene un ingreso de 80 dólares paga - en impuestos - el 40 % de lo que logra facturar. 

Un solo dato más: La familia Walton, dueña del 50% de nuestro conocido Walmart, repartió el año pasado unos 8.500 millones de dólares en concepto de dividendos. Según estimaciones realizadas por especialistas, en los “países centrales” el 50% de la inflación existente tiene que ver con estos exagerados beneficios empresariales. 

Esa misma situación acontece en la Argentina de las últimas décadas. Prácticamente, desde 1975 se inicia un proceso de decadencia, agravado durante la dictadura genocida entre 1976/1983. Desde allí hasta hoy, la Argentina vive 40 años de una democracia sin interrupciones. 

Durante ese período la decadencia económica y social se ha continuado. Todo ello a pesar del discurso inicial del Presidente Raúl Alfonsín cuando prometió que con la democracia “se come, se educa y se cura”.

La realidad post alfonsinista desmintió esas palabras y varios de sus sucesores profundizaron la pobreza y el desquicio social, hasta los niveles que hoy todos conocemos. 

Todo eso forma parte del viejo mundo que se muere.

 

EL VACÍO EXISTENTE Y EL NUEVO MUNDO QUE TARDA EN APARECER   

Guiados por un inmediatismo de corto alcance, diferentes gobiernos no supieron aprovechar los momentos favorables de la economía mundial. Con el posibilismo de “hacer lo que se puede” nos fuimos estancando (que es una forma de retroceder) y el llamado movimiento popular se fue enredando en el seguidismo a gobiernos sin voluntad de transformar la realidad existente.

Las voces críticas se fueron ahogando en la reiterada y proclamada comodidad de “no hacerle el juego al enemigo”. De ese modo se fueron malgastando energías y desde otros lugares se fue construyendo una alternativa conservadora, como salida a la crisis social existente.

Desde los espacios vinculados a las organizaciones sociales hubo dos respuestas contemporáneas. Una, muy positiva, orientada a la organización de quienes estaban sin trabajo o solo con la posibilidad de algunas “changas”. La otra respuesta tenía que ver con las limitaciones de no avanzar más allá de esa reivindicación elemental de un ingreso por un salario social complementario (Programa “Potenciar Trabajo”, por la mitad de un salario básico y con la contraprestación de 4 horas diarias de trabajo) y algunas provisiones de comida, pero sin superar los topes del asistencialismo.

En ese marco, la economía popular continúa teniendo un desarrollo muy reducido.

Ella está fundada en una producción sin patrones. Por un lado, como una forma de sobrevivencia y - fundamentalmente - como un mecanismo para ir construyendo un nuevo tipo de poder alternativo. Entre las causas de ese débil crecimiento se destaca el temor a la construcción de nuevas formas de organización de clase.

Tampoco hay que ignorar el pensamiento de quienes, influenciados por un productivismo desarrollista, la consideran como algo estrictamente marginal o una especie de hipismo tardío. Muy lejos de eso, es la posibilidad de construir las bases de un nuevo modelo social de vínculos para la producción y respeto hacia la naturaleza. Por el contrario, tiene posibilidades de constituirse en uno de los sustentos de un reverdecer del movimiento popular y alimento de nuevas luchas. 

Los recientes resultados electorales nos ponen ante la evidencia de que aún no está suficientemente asimilada la profundidad de la crisis que estamos transitando.

Lo ocurrido tiene una multiplicidad de razones, pero la generalización y semejanza de esta manifestación indica que hay razones y razones. Hay muchas que son de índole local y con influencias de tipo personal. Pero hay temas de fondo que se desplegaron a lo largo y ancho de toda nuestra geografía nacional. Por eso se votó de un modo parecido en todo el país.

El fracaso institucional y económico-social del modelo vigente pone en evidencia su agotamiento para responder a las necesidades colectivas. Las organizaciones del movimiento popular no fueron capaces de construir esa alternativa. Los causantes de la catástrofe actual inocularon el temor al pueblo organizado y a cambios profundos y verdaderos. Ahora se aprovechan del vacío producido para aplicarnos las recetas de un presunto eficientismo individualista, al servicio del poder constituido.

Como consecuencia de ello, los responsables de la crisis - aprovechando nuestras debilidades - están procurando construir una nueva hegemonía social. Con ella tratarán de extender y ampliar el poder de sus privilegios todo lo posible, pero saben que bajo las condiciones que ellos necesitan, en este planeta no les queda mucho tiempo. Por eso se desesperan en buscar sus recursos y vida futura en otras latitudes del universo. 

Ése es el monstruo que le da una continuidad inédita al pasado decadente. Estos son los tiempos en los que, las organizaciones del pueblo, pueden y deben construir lo nuevo que tarda en aparecer. No se trata de repetir lo conocido para que “el monstruo” se siga alimentando de nuestra incapacidad de construir ese futuro. Estamos ante el desafío de una resistencia constructiva que ponga de pie las condiciones para hacer realidad el porvenir esperado.

 

LOS RESULTADOS ELECTORALES: DATOS Y EFECTOS 

Javier Milei fue un contundente triunfador en el ballotage o segunda vuelta celebrado el domingo pasado, 19 de noviembre. Su triunfo y el volumen de la diferencia fueron llamativos y alejados de los pronósticos previos. Sin la pretensión de dar una explicación cabal del fenómeno hay algunas cuestiones que explican o al menos ayudan a entender lo ocurrido. Las preguntas giran en torno a dos interrogantes: Porqué y cómo ganó, teniendo presente los resultados de la primera vuelta realizada el 22 de octubre.

Mirando los números de la primera vuelta se observa la siguiente distribución de votos: Massa 36,78%; Milei 29,99%; Patricia Bullrich 23,81%; Juan Schiaretti 6,73% y Miriam Bregman 2,69%. El ballotage, donde participaron los dos primeros de la vuelta inicial, tuvo estos resultados: Milei 55,69% y Massa 44,31%. Los números de la participación, estuvieron - en ambas convocatorias - en torno al 76 y 77% y - al igual que los votos en blanco y nulos - no tuvieron un peso significativo y mayores diferencias, entre una y otra elección.

Con estos números resulta más que claro el resultado electoral. El número de los votos de Milei, resulta de sumar los propios, más los de Patricia Bullrich y alrededor del 30% de los votos a Schiaretti. Los de Massa se corresponden con la suma de los propios, aproximadamente el 70% de los votos a Schiaretti y la totalidad de los votantes de Bregman. Obviamente, estas son aproximaciones globales que tienen alguna verificación en el conjunto nacional.

Estas consideraciones parten de analizar y explicar el aspecto numérico. Si pensamos en la razón de esta distribución ponemos colocar como una de las causales principales diciendo que el voto a Milei, contiene a la inmensa mayoría del voto no peronista. En algunos casos por adherir a una especie de tradicional gorilismo y en otros por la identificación de la dirigencia actual del peronismo, con la mala situación que hoy atraviesa el pueblo.

Pero fue la bronca de gran parte de nuestro pueblo, particularmente de franjas importantes de la juventud, lo que tradujo esos sentimientos en votos y nos puso ante esta nueva realidad.

Comienza un proceso institucional que tiene, entre otros, dos grandes desafíos: La reconfiguración del mapa político de nuestro país y el destino de tal reacomodamiento.

El actual sistema político nace a mediados del siglo pasado con la instalación de un modelo que tuvo como protagonistas principales al peronismo y su contrapartida: el antiperonismo.

Este esquema tiene sus raíces en el origen de la Argentina, con el tema - nunca del todo resuelto - entre unitarios y federales. Llega hasta nuestros días de la mano del choque de intereses entre la ciudad puerto - Buenos Aires - y un vasto territorio, conocido como el interior, sujeto a la dominación del primero. La apertura indiscriminada de la economía y la protección del mercado interno - con todas sus variantes - constituyen los extremos actuales de esa diferencia. 

La disgregación de Juntos para el Cambio (JxC) y la caótica situación del peronismo, agravada por la reciente derrota, son sus puntos salientes. 

La aparición de una tercera fuerza - ahora mayoritaria - con Javier Milei como figura gravitante, es la novedad que termina de poner en crisis a todo el sistema. A la demostrada incapacidad del modelo para resolver nuestros problemas, se le agrega que los partidos que venían ejerciendo la administración del Estado han sido desalojados del gobierno por la vía del voto. Es la primera vez que eso ocurre. Hasta ahora solo los golpes militares habían logrado poner a ambas fuerzas fuera de diferentes gobiernos.

El reacomodamiento del espectro político, luego de este terremoto será la cuestión predominante en todos los corrillos políticos de los próximos tiempos. Los debates periodísticos tendrán en esas cuestiones una larga tela para cortar.

Pero hay otro aspecto, aún más importante. Se trata del destino de ese reacomodamiento. Para qué lado, en el mediano plazo, se orientarán los mismos. ¿Podrá Milei domar al caballo de esta recomposición? y - al mismo tiempo - ¿le dará el cuero para conducir los múltiples conflictos que tiene en puerta, tanto aquellos de vieja data como los que él mismo provocará, voluntaria o involuntariamente?

Sabedor de que carece del “tiempo de gracia” que suele acompañar a los nuevos gobiernos, ¿podrá Milei avanzar en la dirección anunciada, y - en tal caso - cómo reaccionará el pueblo ante esas decisiones? No es un dato menor ¿si el pueblo aceptara esas decisiones, él las rechazará o tal vez el propio Presidente induzca a explosiones limitadas para terminar controlándolas? No son interrogantes secundarios. En la respuesta se irán delineando los caminos del futuro. Allí, se sabrá cuáles son los límites que el pueblo y las organizaciones populares le opondrán a esas novedades. También conoceremos los efectos, si ellas son rechazadas. ¿Ello podrá cambiar el destino del gobierno?

En ese camino no se debe ignorar el peligroso mensaje del ex Presidente Mauricio Macri en el sentido de que los jóvenes, “no se van a quedar en casa si (…) salen a reclamar contra el presidente electo”. -

 

JUAN GUAHÁN

 

 


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lunes, 20 de noviembre de 2023

Pronunciamiento

AGOTAMIENTO DE UN CICLO Y NUEVAS RESISTENCIAS

Aunque hiciera buen tiempo, tras la elección de presidente un viento frío golpeó el alma de muchos compatriotas.

Paradojalmente, a partir del “Día de la Soberanía Nacional”, se empieza a profundizar la entrega de nuestro patrimonio. 

Ello fue precedido por 7 años (1976/1983) de una dictadura genocida y 40 años (1983/2023) de una democracia parlamentarista, de origen eurocéntrico y cargada de un racismo que ignoró a los pueblos originarios; respetó las libertades públicas y las instituciones republicanas, pero - salvo breves y honrosas excepciones - no dio respuestas a justas demandas de las mayorías populares.

Sus resultados están a la vista, más de 40% de pobreza general que supera el 60% cuando hablamos de los niños y jóvenes, a quienes - cínicamente - se reconoce como el futuro de la Patria. 

Gobernaron cerca de medio siglo: 28 años el peronismo, 6 los radicales, 2 una alianza “progresista” y 4 el macrismo. Sus resultados están a la vista: la miseria del pueblo, la decadencia de su dirigencia, la pérdida de soberanía y un serio riesgo de disgregación nacional. 

Cuando ya tocábamos fondo, en paralelo a lo acontecido en otras latitudes de la región y el mundo, en lugar de alternativas que permitan avizorar un mejor futuro, apareció un “milagroso salvador”.

Detrás de una crítica - ajustada a la verdad - a la dirigencia que nació, creció y se arraigó, sirviendo de puente para la entrega de nuestros bienes, sueños y esperanzas, estaban los intereses del poder financiero trasnacional y el “círculo rojo” del capital concentrado.  

Unxs cuántxs no lo vieron venir, otrxs querían sacar “ventajitas” electorales, la desesperación de un sector de la juventud completó el panorama y le dio cuerpo al “voto bronca”. Creció y creció por encima y por fuera de todos los aparatos. Cuando “demócratas bien pensantes”, dueños de la “corrección política” quisieron detenerlo ya era tarde. Sorprendió a unxs y otrxs. La masiva condena de las variadas instituciones y corporaciones, en los últimos días, ya no sería suficiente. 

Buena parte de quienes lo votaron, particularmente algunos sectores juveniles, lo hicieron contra el sistema, aunque lo que venga sea peor. 

Ante muchxs argentinxs hartxs de esta decadencia y - sobre todo - ante los millones que no bajaron los brazos, es bueno desnudar la verdad y señalar el peligro que tenemos enfrente: No es un loco, es la presencia viva de un peón del peor capital financiero, el de los BlackRock y Vanguard, los actuales dueños del mundo. Todos ellos son capaces de exigir nuestros territorios y otros patrimonios nacionales en canje por deudas fraudulentas o el financiamiento de una “dolarización” cargada de cipayismo. El campo popular cuenta con la ventaja de que - el conjunto de estos sectores - no ha logrado construir una sólida hegemonía, la ruptura de Juntos para el Cambio (JxC) es el símbolo de esta situación. 

Por todo eso: 

1)     Nos reconocemos en estado de alerta y movilización ante los riesgos de cesión de soberanía y pérdida de derechos.

2)     Nos sumergiremos en las aguas profundas de una nueva resistencia. 

3)     Hacemos responsable a esta clase política por haber hundido al pueblo, en estos 40 años, en la miseria que hoy transita. Las organizaciones populares nos debemos una autocrítica por no haber sabido construir una alternativa que pudiera crear las condiciones que permitan transformar la sociedad en beneficio de la clase trabajadora y el pueblo. 

4)     Nos comprometemos a construir otra democracia, la del pueblo y para el pueblo. Trabajando mancomunadamente con otras organizaciones populares podremos hacer realidad el principio que “solo el pueblo salvará al pueblo”.

En función de lo anterior seremos parte de la RESISTENCIA por venir, nuestras banderas serán la LUCHA y la PRODUCCIÓN. 

Con la producción aseguraremos nuestra propia comida para sostener la reproducción de la vida. Ella es la primera condición para existir políticamente en cada territorio, buscando los acuerdos posibles; y pelear en colectivo, construyendo - en el territorio local - los espacios constituyentes con los aliados más cercanos.

 

Cuando la Patria está en peligro, todo está permitido excepto no defenderla”. 

José de San Martin

 

¡NO PASARÁN!

 

CONSEJO FEDERAL


20/11/2023



     

         



                                         

sábado, 18 de noviembre de 2023

Editoriales Rebeldes

UN DESAFÍO PENDIENTE: LA JUSTICIA SOCIAL

Finalmente se vota. Las horas previas estuvieron destinadas a la reflexión, después de tantos ruidos, gritos exaltados por la pasión y promesas de todo tipo, hubo un tiempo para el silencio, impuesto por la veda electoral. Ahora cada uno decide según sus preferencias. Votarán por uno o por otro. No faltarán quienes, por diversas razones, prefieran no hacerlo.

El lunes, más allá de lo que se decida, todos volveremos a lo cotidiano. A recrear y reproducir la vida, a hacer realidad la esperanza que anida en nuestros corazones.

Es el momento justo para hablar de dos palabras que fueron desempolvadas del archivo que las mantenía en el olvido. Se trata de la JUSTICIA SOCIAL. Ellas son como el telón de fondo de un escenario por el que desfilaron personajes de todo tipo. 

Para unos, son palabras viejas, ya agotadas, que de tanto pronunciarse y pocas veces realizarse, van perdiendo fuerza y quedando en el olvido. Como un signo de sueños pasados, de ilusiones perdidas, de recuerdos maltrechos. En cambio, otros, sacándolas de ese olvido, las han traído a la realidad contemporánea.

Para los primeros, ante la dura realidad presente, son el recuerdo de un tiempo que “ya fue”. Entonces… mejor no recordarlas o darles otra significación. Otros tantos, en cambio, temerosos de que sean revividas, procuran que las nuevas generaciones las entierren definitivamente.

Pero ellas, como testigos indeseables, están ahí. Vieron desfilar diversas corrientes que las enaltecieron. También asistieron a sus frustraciones, pero nunca dejaron de estar - aunque ocultas - en los sueños y esperanzas colectivos. Ahora se las trae al escenario de la historia actual, tratando de colocarlas en el pedestal de un rechazo generalizado, como algo aberrante y responsable de la actual crisis, pero ¿porqué? Porque el sistema tiene miedo, carece de respuestas, y la “Justicia Social” es eso: Ella contiene respuestas a varios aspectos de dramas actuales y constituye una renovada esperanza de la humanidad. 

 

PERO… ¿QUÉ ES LA JUSTICIA SOCIAL Y DE DÓNDE VIENE? 

No es fácil definir lo que es la Justicia Social, es más fácil hacerlo si preguntamos por su opuesto: La “injusticia social”, ante la cual todos nos conmovemos. 

La justicia social es como un sistema cuya tendencia es hacia la igualdad, de ese modo es lo más sencillo de entender. Es cuando un determinado sistema de organización social empuja hacia esa igualdad, con las obligaciones de respeto por el otro y con una perspectiva de la naturaleza que no es de dominación, de explotación - hasta el agotamiento - de los bienes que contiene, sino de equilibrio con la misma. Lo que muchos de nuestros pueblos originarios denominaron como la idea del Buen Vivir o saber habitar en el mundo, con un modelo de desarrollo alternativo. 

Cuando el viejo Estado Liberal, que ponía el eje en los derechos y libertades individuales, empezó a entrar en crisis, aparecieron las ideas del Estado Social y los tiempos del Constitucionalismo Social, con la incorporación de los llamados derechos sociales, que llegan hasta nuestros días y que ahora están siendo cuestionados, en nuestro país y el mundo. Nuestra Constitución de 1853, que sigue vigente, responde a la vieja lógica del Estado Liberal.

Ya en el siglo XX, ese Constitucionalismo Social aparece en 1917 con la después traicionada Revolución Mejicana. En 1931, el Papa Pío XI lo incorpora en su Encíclica Quadragésimo anno. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, fue asimilado a lo que se conoció como el “Estado de Bienestar”. La Constitución peronista de 1949, derogada después del golpe militar de 1955, respondió a la misma lógica y reivindica a la Justicia Social como el principio rector de su doctrina. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), la utiliza reiteradamente desde el año 1960 y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) encabezó el pedido de su incorporación en la Declaración sobre Progreso y Desarrollo Social, hecha por la ONU en el año 1969. En Cuba, desde la Constitución de 1976, forma parte de su Ley Magna.

Por lo demás, recientes declaraciones políticas, en medio del proceso electoral de nuestro país y acciones de organismos internacionales lo traen - desde distintas orientaciones - al escenario de la actualidad. 

Hubo declaraciones que lo calificaron de “aberrante”. La mayoría de las mismas reconoce la paternidad del ultra liberal Friedrich von Hayek, de la Escuela Austríaca de Economía, que rechazó esa idea porque la considera inviable y porque en el intento de alcanzarla, se destruiría toda libertad.

Las ideas de la Justicia Social se constituyeron en un pensamiento apoyado en la necesidad de cambios profundos de tipo revolucionario, pero que fue derivando hacia posiciones más moderadas de tipo social demócrata, con cambios que deberían darse dentro del marco del sistema imperante. Así fue como la mayor parte de los países fueron adoptando esos valores, en la actualidad hay 187 países que - dentro de la OIT- reconocen a la Justicia Social como una aspiración propia.

En estos días, y en una nueva edición de su Consejo de Administración, la OIT aprobó (octubre-noviembre 2023) la propuesta para establecer una “Coalición Mundial para la Justicia Social”. Tal Coalición pretende incorporar el valor de la justicia social a la agenda multilateral: La Cumbre del Futuro de las Naciones Unidas de 2024 y en la Cumbre Social Mundial de las Naciones Unidas propuesta para 2025. De esa manera la Justicia Social, pasó a ser apadrinada por los grandes poderes mundiales, con esa perspectiva ella sería considerada - por estos sectores - como una relación entre verdugos y víctimas.

 

JUSTICIA SOCIAL: SUS DIFICULTADES PARA SER REALIDAD 

Esta convocatoria de la OIT sintetiza - en buena medida - lo que viene pasando con la mayoría de las reivindicaciones de la Justicia Social. 

En esta realidad tan injusta y desigual que nos rodea, donde lo que más avanza es la concentración económica en pocas manos, da la impresión de que conceptos como la Justicia Social no solo no se realizan, sino que la dirección o el rumbo por el que marchan es exactamente inverso.

En esta compleja situación se resume lo que hoy se debate cuando hablamos de Justicia Social. 

Tanto las propuestas que formula la OIT, pretendiendo un “diálogo” que achique las diferencias, como la de aquellos economistas que dejan sin futuro a la reivindicación de la Justicia Social, están guiadas por una razón muy semejante: El miedo, el temor al futuro. 

Son dos formas distintas, aunque concurrentes, de abordar el problema o la crisis actual. Desde ambos extremos comprenden que la situación está llegando a puntos límite. Todos - en su fuero íntimo - saben que, la continuidad de las actuales condiciones, remite a enfrenamientos cuyo destino final es incierto.  Estas confrontaciones son locales, regionales y globales, ellas dan lugar a lo que el Papa Bergoglio ha denominado, desde hace tiempo, como “tercera guerra mundial en cuotas y ahora se están pagando unas cuantas cuotas de esa guerra”. 

En ambas ideas se evita mirar de frente el problema real. Estamos ante un modelo social donde su eje está en la velocidad de acumulación de las ganancias, no en la dignidad y felicidad de las personas.

Quienes califican de “aberrante” a la Justicia Social, tienen miedo. Sabedores de la profundidad de la crisis que estamos transitando, se ofrecen como una alternativa a la misma. Por eso, las corrientes ultra liberales identificadas con los gigantes del mundo financiero mundial aceleran sus avances y exhiben un obsceno negacionismo del pasado dictatorial. 

Temen que los valores que contiene el concepto de Justicia Social terminen superando los límites que le oponen los múltiples tentáculos del sistema y tengan la fortaleza para constituirse en lo que debería ser la hoja de ruta, el camino que nuestras sociedades puedan recorrer para alcanzar la autonomía que acabe con la racionalidad capitalista. La misma que aún no se logra identificar masivamente como la causa que desvía las mejores intenciones de cambiar la realidad. 

Por último, están quienes creen que la grave situación que atravesamos se puede curar con aspirinas. Por ello impulsan medidas moderadas que terminan derivando en rumbos inconducentes, su guía está en sintonía con aquello de “cambiar algo para que nada cambie”. Por eso siguen alimentando las esperanzas de una cierta “armonización y cooperación de intereses contrapuestos”. Desde esa óptica esterilizan toda pretensión de cambios efectivos, tolerando solo aquellos cambios que no avancen en el cuestionamiento a las concepciones del sistema dominante. 

 

DESPUÉS DE LA SEQUÍA EL DESASTRE DE LAS INUNDACIONES

Por una fuerte sequía, vinculada al fenómeno de “La Niña”, pasamos tres dolorosos años.  Ella afectó la actividad productiva y también - como siempre - esa falta de agua donde más se notó fue en los sectores más humildes.

Cuando los miles y miles de productores afectados confiaban en que la llegada de la época de lluvias traería un alivio económico, reapareció el fenómeno de “El Niño”. A las pocas semanas que éste se puso en evidencia crece la preocupación por los efectos de las lluvias que caen sobre una buena parte del territorio nacional, sin olvidar que en otras zonas - como Córdoba - todavía la sequía es el mal a superar.

La Mesopotamia en general - con el Paraná como eje - padece los problemas más serios. Las lluvias en Brasil y la apertura de algunas compuertas en las represas del área están agravando la situación en las islas y la zona ribereña del Paraná.  

Las lluvias de los últimos días agregan, al problema productivo, el drama social de evacuaciones y en otros casos una drástica disminución del turismo. 

De este modo las ilusiones que despertaban las lluvias que iban llegando fueron dando paso a nuevas preocupaciones. Pareciera que a esas esperanzas se las lleva el agua.

Para quienes miran los cultivos con los ojos puestos en la necesidad de divisas, las noticias no son las mejores. Las expectativas de una recuperación en las producciones de soja, maíz y girasol se van transformando en nuevas frustraciones. Las siembras de cereales y oleaginosas no pudieron responder en la medida de lo esperado. Respecto de las estimaciones previas, el área sembrada con estos cultivos disminuyó entre un 20 y 30%.  

Unos 8 millones de hectáreas están en dificultades, por los excesos de agua y las tormentas que las acompañan.  

No la está pasando mejor el sector ganadero. Más de 5 millones de vacunos están en riesgo. En las banquinas de rutas y caminos de las provincias del NEA (Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Chaco, Buenos Aires y Santa Fe) se ven parte de los animales que están siendo retirados de las islas. Alrededor de un tercio del ganado de esas provincias está en dificultades. La endeblez del sistema se ha puesto en evidencia, accidentes de chatas y barcazas dan testimonio de una organización insuficiente, que inclusive se ha cobrado vidas humanas. La improvisación, escasa inversión y poco respeto por quienes juegan su pellejo, mayoritariamente peones rurales, constituyen la lógica de esta dramática situación.

Para culminar estas reflexiones sobre el retorno del fenómeno “El Niño” se puede recordar que su inicio estaba previsto para la segunda mitad de este año, lo que ha sido confirmada por los hechos. Sus puntos más extremos se darían entre el mes en curso y abril del 2024. La intensidad del mismo podría estar entre las causas de un nuevo cambio global de la temperatura, según lo estima la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y lo tiene dicho su Secretario General, Petteri Taalas. Un adelanto de estas “novedades” se produjo el pasado lunes en la ciudad de Río de Janeiro, con una sensación térmica de 58,5 grados, hay registros en otros sitios donde la sensación térmica supera los 60 grados. Se trata de los registros más altos existentes hasta la fecha. La baja humedad (apenas 21%) contribuyó a ese récord, con 5 grados por encima del promedio para ese lugar y esta época del año.

Para nuestro país, sus manifestaciones más evidentes serían el aumento de las temperaturas, junto al incremento e intensidad de las lluvias. Estos fenómenos se concentrarían en el centro-este y norte argentino, particularmente en las provincias de Corrientes, Misiones y Norte santafesino.

 

JUAN GUAHÁN

  

 

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domingo, 12 de noviembre de 2023

Editoriales Rebeldes 

RECTA FINAL Y BANDERA A CUADROS 

Las esperanzas que millones habían puesto en la fórmula Fernández/Fernández hace rato que están rotas. Rápidamente el paso del tiempo cubrió de óxido aquella unilateral decisión. Fueron quedando en claro las escasas posibilidades de éxito de aquel tempranero tuit de un sábado para el olvido, cuando Cristina lo anunciara, apelando a la falsa modestia de quien se sabía poseedor de toda la autoridad para hacerlo de esa manera.

Esa decisión, por extraños vericuetos mentales, trae a la memoria un improbable relato según el cual el Emperador Calígula - que gobernara Roma del año 37 al 41 después de Cristo - designó cónsul a su caballo Incitatus. Según algunos estudiosos esa historia revela la escasa consideración que se tenía respecto a los senadores e instituciones romanas, cuyo desprestigio permitía esas licencias.

Volviendo a estas coyunturas, esa legitimidad de Cristina le hacía perder de vista que tales decisiones demandan consensos que ni siquiera se habían ensayado. Aunque parezca mentira, la realidad demostró a nuestros gobernantes que estos tiempos requieren respeto por aquella enseñanza que nos recuerda que “la mejor forma de decidir es mandar obedeciendo”. Se trata de una reivindicación contemporánea que aspira instalar un criterio auténticamente democrático y descolonizador que ponga fin a las actuales concepciones fuertemente centralistas, unitarias e individualistas, colocando a los pueblos y las comunidades por encima de ese tipo de liderazgos. 

Ahora, que estamos a una semana de elecciones que definirán las características del gobierno que emerja de las mismas, es bueno ver algunos temas que se ponen en juego en estos procesos electorales.

En tal sentido, parece interesante penetrar en diferencias y coincidencias de los dos contendientes en algunas cuestiones que están en el centro de las reocupaciones electorales. Esas consideraciones pueden ayudar a entender la situación por la que atraviesan las candidaturas de los dos finalistas de un proceso que fue demostrado sus debilidades y agotamiento. De todos modos, es de esperar que alguna de estas reflexiones contribuya a una mejor decisión de quienes han resuelto participar, votando en esta instancia electoral.    

Entre esos asuntos centrales se pueden destacar: los problemas económicos; las perspectivas de los derechos de personas y comunidades; el modelo social y cultural con sus respectivos efectos. 

 

LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS 

En este sentido hay que considerar tanto los aspectos que tienen que ver con los temas macro y con la economía de todos los días.

Sobre esta cuestión no hay que abundar mucho para comprender la crítica situación que estamos atravesado.

Desde el punto de vista macro, ambos candidatos han venido avalando las políticas emanadas del FMI. Sergio Massa ha planteado un horizonte, promete pagar para independizarse de dicho organismo. Tal situación difícilmente se pueda solucionar abonando una deuda injustificable. La independencia respecto del FMI solo se podrá verificar si se unifica la lucha de las organizaciones de la sociedad para alcanzar ese objetivo. La suspensión de los pagos y la investigación sobre la legalidad de la presunta deuda existente es la base para imponer cambios en la situación.

En lo que respecta a nuestros bienes comunes, el futuro es complejo. La posición libertaria, es harto evidente: La mayor libertad para la reclamada negociación y explotación de los mismos. En ese caso, los “zorros” fijarán las condiciones para cuidar los intereses de las “gallinas”. La posición del oficialismo, como el otro polo electoral, es lamentable. Apela a un discurso distinto, no obstante lo cual, en la práctica, ha facilitado un despliegue y concentración de los mismos intereses extranjeros.

La economía cotidiana tiene que ver con la orientación que tengan las políticas macro. Ambos candidatos reivindican la continuidad de algunas políticas sociales asistencialistas y su progresivo reemplazo por trabajo efectivo. Sin embargo, la propuesta del “Estado mínimo” de Javier Milei avisa sobre las escasas respuestas efectivas para esos planes. La coalición oficialista, más allá de sus palabras, hizo de esta política asistencialista un sustento para la amortiguación - no solución - de ese fenómeno originado en políticas erradas. 

Las tarifas de los servicios públicos (agua, gas, luz) se están constituyendo en la espada de Damocles sobre la cabeza de amplios sectores de la sociedad, que todavía tratan de seguir pagando esos servicios. El Programa del candidato libertario, con la progresiva reducción de subsidios - hasta anularlos - ofrece un camino demasiado empinado. El oficialismo con su política de segmentación y subsidios a las tarifas sociales propone un sendero semejante, aunque más gradual.

Transformaciones profundas, desde el punto de vista económico, no aparecen en la oferta presidenciales que quedaron en pie. Sin embargo, el candidato de la coalición encabezada por el peronismo aparece como más proclive a las presiones de las organizaciones del pueblo para defender sus derechos. Por el contrario, el dirigente libertario viene acompañado de personajes como Mauricio Macri, que es uno de los principales responsables de un gigantesco endeudamiento que - hasta ahora - las fuerzas populares no han logrado sacar del escenario. 

 

LAS CONSIDERACIONES DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LOS DERECHOS DE PERSONAS Y COMUNIDADES

Si hablamos de los derechos de diversas minorías, entre ellas los inmigrantes de países vecinos o los pueblos originarios, prima una fuerte tendencia al racismo. Respecto a quienes tienen diversas discapacidades, existe una pretendida demanda de eficiencia que influye en conductas y actitudes, que perjudicarían a esos y otros sectores. Son políticas de peso significativo en el discurso libertario, que va en el camino inverso al necesario respeto mutuo, unidad regional e integración social, banderas que - no con pocas dificultades - mantiene en alto nuestro pueblo.

Estos valores, al igual que muchos otros derechos sociales, que benefician a las grandes mayorías, corren el riesgo de ser limitados o cancelados si se impusiera el discurso del candidato Milei. 

Ello implicaría graves retrocesos en el camino que el pueblo argentino se trazó, intentando desandar aspectos de la última dictadura militar. Rumbo que, con muchas dificultades, trata de sostener y profundizar. 

 

LA EVOLUCIÓN DEL MODELO

SOCIOCULTURAL Y SUS EFECTOS

Es aquí donde la lectura de la historia de estas tierras y su evolución señalan las mayores diferencias entre ambos modelos. Pero también marcan la distancia entre el “decir” y el “hacer”. 

Más allá de lo establecido en el artículo primero de la Constitución, que reivindica al federalismo, nuestra organización nacional tiene su origen, como en la mayoría de nuestros países, en el fracaso de la “unión americana” (de “Nuestra América”) y en la victoria de la “Generación del 80”. Sus líderes más destacados fueron: los presidentes Domingo Faustino Sarmiento, Nicolás Avellaneda, Julio Argentino Roca, Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña, José Evaristo Uriburu; pensadores como Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi, quien prácticamente copiara el texto de la Constitución de los EEUU, fundada en los principios liberales y positivistas de la Revolución Francesa. Todos ellos frecuentemente reivindicados por el candidato pseudo libertario.

Esa construcción es hija de dos derrotas: La frustrada unidad de toda la región, de un modo semejante a los Estados Unidos de Norteamérica, imaginada por San Martín y Bolívar y - como parte de mismo proceso - la derrota de nuestros caudillos federales.

Ambos procesos significaron la imposibilidad de aplicar un modelo pensado hacia el “adentro” y que incorporara el protagonismo de los de “abajo”. Esas ideas contrariaban a quienes imaginaron el país pensando hacia el “afuera”, como un apéndice de los países centrales de Europa y los EEUU y guiados por el interés de los de “arriba”, que traicionaron el sueño de los Libertadores.  

Esta ha sido la política mayoritariamente seguida desde el fin de nuestra guerra civil, con la excepción de algunos cortos períodos que tuvieron en la Constitución de 1949 su punto más alto.

Esas opuestas tradiciones forman parte de nuestra cultura y llegan hasta estos días, esperando una síntesis que contribuya a asegurar la independencia de la Patria y la felicidad de sus hijos.

En esa contradicción, Milei/Macri/Villarroel/Bullrich representan a los intereses más concentrados y reaccionarios, mientras que la coalición oficialista se define y viene de las tradiciones populares, aunque - en su práctica cotidiana - ello sea frecuentemente vulnerado.

Un proyecto popular demandaba una construcción desde las periferias y en favor de los empobrecidos. Durante estos largos años - salvo excepciones - eso no fue así. La ausencia de una práctica consecuente, en la dirección señalada, dejó un importante espacio del movimiento popular sin representación. Allí se instalaron, al igual que en otros países de la región y el mundo, peligrosas corrientes políticas a las que el poder daba de comer ante la incapacidad de ofrecer otras respuestas. Sobre ese escenario se montaron políticas aventureras que la mayoría de la dirigencia se negaba a mirar. 

Les sirve de plataforma una base social integrada por fuertes contingentes de una juventud cansada de las palabras cuando éstas no son acompañadas por los hechos. Son las que le dieron cuerpo a ese intento. 

Un dato muy significativo permite reflexionar sobre la complejidad de lo que está ocurriendo.

La consultora Proyecciones publicó una encuesta con un detalle que -prácticamente - pasó inadvertido. Por primera vez los votantes con menor nivel de enseñanza no se inclinan mayoritariamente por la coalición encabezada por el peronismo; el 45% de los de Massa tienen el secundario aprobado, mientras que solo el 33,4% de los votantes de Milei cuentan con ese nivel aprobado.

Ese detalle, más allá de su incidencia en la coyuntura electoral, tendrá efectos notables en el desarrollo del gobierno que resulte electo. Allí encontramos una explicación de dicho “corrimiento”, de buena parte de la sociedad, hacia posiciones más moderadas. 

Sobre esta cuestión habrá que volver una y otra vez porque sobre la evolución de esos sectores descansan los riesgos y desafíos electorales. Por el peligro que entraña que ese espacio no ocupado permita entronizar políticas que se suponían superadas. Pero también significa que el incumplimiento de tales expectativas, sobre ese espacio de rebeldía, pueda contribuir a la construcción de la alternativa al fracaso y frustración en la que venimos navegando.

Frente a estas elecciones existen fundadas razones para pensar que no se abrirán las puertas para los cambios que la realidad demanda. Pero tampoco ambas alternativas son iguales.

En este sentido la perspectiva de un Milei ganador nos pone al borde de políticas que pueden acelerar los riesgos graves de entregarnos atados de pies y manos al capital trasnacional, que su propuesta encierra. La victoria de Massa no asegura, ni mucho menos, los cambios que se propagandizan, pero - al menos - permite una visión cultural que no choca abiertamente con la historia del movimiento nacional y popular.

Estas características, cercanas al posibilismo o a la elección del “mal menor”, legitiman la tendencia a buscar otras formas de participación como la abstención, el voto en blanco o la nulidad del mismo, que constituyen una clara oposición al sistema imperante

 

“LA NIÑA” TRAJO SEQUÍAS, “EL NIÑO” INUNDACIONES Y… ¿CÚANDO SEAN GRANDES QUÉ PASARÁ?

El título, que puede considerarse jocoso, sobre estos temas pretende acompañar estas reflexiones sin el dramatismo que ellas contienen, pero alertando a los humanos sobre el peligro que encierran y la responsabilidad de la acción humana sobre la mayor virulencia y aceleración de las mismas, haciendo que el clima sea cada día más extremo. Se trata de ciclos naturales del clima global que reconoce dos momentos o fases más intensas: Una más cálida, en la que estamos ingresando, denominada “El Niño” y otra más fría, que estamos abandonando, identificada como “La Niña”.

“La Niña”, fase que se fue cuando culminaba nuestro otoño, duró – aproximadamente - unos 3 años. Esta última fue una de las más potentes de los años recientes. Sus efectos fueron múltiples. El económico fue uno de los más importantes, causando perjuicios por cifras multimillonarias, que conmovieron la economía nacional de varias regiones.  

No hubo mucho tiempo para recuperarse de esa desgracia colectiva cuando apareció “La Niña”. Con los excesos de las lluvias y la furia del agua comienza a producir daños que tienen pocos antecedentes. Lo acontecido con las pasarelas de las Cataratas de Iguazú o que - después de 25 años - se abrieran las tres compuertas de Itaipú, son evidencias inocultables.

La duración de “La Niña” se puede estimar entre 6 meses y 3 años, con efectos que son impredecibles. Según las estimaciones existentes, su mayor efecto en nuestro país se hará sentir en las provincias de la Mesopotamia. 

Los antecedentes de estos fenómenos nos remiten a miles de años. Sin embargo, con el paso del tiempo esos eventos tienen mayor duración e intensidad. Más allá de los debates y polémicas existentes, da la impresión de que es imposible separar la responsabilidad humana en las tendencias señaladas.

Mientras esto pasa en la realidad, no nos debemos olvidar que las grandes potencias mundiales se niegan a modificar la estructura productiva, que mucho tiene que ver con ese aceleramiento y profundización del cambio climático.

También es llamativo cómo, alegando mejorar la productividad, se están incorporando semillas genéticamente modificadas y compuestos químicos que afectan la salud de las personas y destruyen el ambiente. Cuando se plantean políticas correctas que tienden a prohibir esos químicos y tales prácticas, el sistema de poder amenaza con sanciones comerciales de características internacionales.

Así se construye un futuro inhumano, en desmedro de las mayorías populares y para la defensa de la mayor ganancia de algunos pocos, pero con gigantesco poder e intereses. -


JUAN GUAHÁN

 

 

 

 

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