Frente al FMI,
que somete a nuestros pueblos,
hay un solo camino: La ruptura
Los datos de la realidad, en materia social y económica, son catastróficos.
Con cerca de la mitad de la población debajo de la línea de pobreza.
Con los niños, adolescentes y jóvenes (menores de 14 ó 25 años) muy por encima de esa dolorosa proporción.
Con la economía entrando en un proceso de estancamiento.
Con una inflación que se va consolidando en los alrededores del 100% anual.
Con la mayoría viviendo de changas o sin trabajo.
Con un 17,9% de los trabajadores en blanco, un millón quinientos mil, que pertenecen a hogares que están bajo el nivel de pobreza. Son 600 mil más que hace 5 años (según INDEC - 2do trimestre 2022)
Ese es el mapa más elemental de la Argentina de hoy, sin hablar de las carencias en materia de salud, educación y vivienda, y qué decir de cómo se consolidan las desigualdades. Es cierto, en el medio hubo pandemia, la guerra entre Rusia y la OTAN, la sequía. Pero no somos el único país que sufrió estas desgracias. Por poner un ejemplo: Rusia y Ucrania tienen inflaciones que rondan el 20% anual, en medio de la guerra, mientras la nuestra es 5 veces mayor.
No deja de ser verdad que el actual gobierno heredó a la insolente entrega y el oneroso endeudamiento que, atendiendo a los intereses que representa, adoptó el gobierno de Macri. Pero también es cierto que un peronismo fatigado, rendido, más cerca del sistema que del pueblo, terminó aceptando y legitimando esas basuras. Muy lejos de la Justicia Social que fuera su bandera de origen y expresión de la demanda de los sectores populares que decía representar.
Nadie le puede quitar responsabilidad a la dirigencia política que gobernó al país - con esta democracia - estos últimos 40 años, con la camiseta de las más diversas fuerzas políticas y sin la menor interrupción.
La sacrificada resistencia de los trabajadores y de otros sectores populares a la dictadura genocida alcanzó para empujarlos a la retirada. Pero no fue suficiente para avanzar en los cambios que el pueblo demandaba. Como tantas otras veces, el poder real aceptó, hasta podríamos decir que impulsó, esa retirada para que una democracia condicionada desarmara la fuerza revolucionaria que la lucha de los trabajadores y organizaciones revolucionarias venía gestando.
Los gobiernos se fueron sucediendo, y más allá de algunos avances, la situación general se fue desbarrancando.
Los endeudamientos y las condicionalidades que los acompañan hicieron lo que saben y les conviene, poniéndonos contra las cuerdas y completando el acogotamiento del país.
Por eso no podemos obviar el rol del gran protagonista de esta historia: El Fondo Monetario Internacional (FMI). Desde hace 67 años interviene directamente (con meritorias excepciones) en nuestras políticas y es uno de los grandes responsables de nuestra situación actual. Mientras mantengamos esa dependencia es poco lo que podemos esperar del futuro.
EL FMI: Instrumento del capitalismo
El FMI es una estructura creada en julio de 1944 junto al Banco Mundial (BM), poco antes del fin de la Segunda Guerra Mundial. Ambas instituciones fueron constituidas para ser la vanguardia de las finanzas mundiales, al servicio de los EEUU y el capitalismo imperante. Se fundaron, con la participación de 29 países, en el marco de los Acuerdos de Bretton Woods, una Conferencia Internacional que delineó la política económica mundial, de la post guerra, muchas de cuyas orientaciones centrales rigen hasta la actualidad. Si bien está integrado por varios países, el criterio adoptado para la toma de decisiones no es un país, un voto, sino en proporción a los aportes. Eso está más cercano al estilo de una sociedad anónima y no al de una relación entre estados soberanos. Y ha determinado que la mayoría absoluta quede en manos de los EEUU, Japón y los países occidentales de Europa.
Entre sus objetivos explícitos se destacan: Procurar “un marco para la cooperación económica con el fin de crear una economía mundial más estable y próspera”; “Promover la estabilidad macroeconómica y financiera mundial”; “Reafirmar la libertad cambiaria”, estableciendo que todo control de cambios - de sus países miembros - debería ser aprobado por ese organismo financiero internacional.
La decisión de mayor impacto masivo fue adoptar el dólar como moneda central del sistema de cambios, con una garantía equivalente al monto de los dólares emitidos. De lo cual se derivaba que la economía mundial iba a bailar al compás de la evolución del dólar y la economía de los EEUU, desplazando a los ingleses del rol de primera potencia económica mundial.
El FMI nació como un acuerdo que contemplaba los intereses de las naciones más importantes, particularmente de los EEUU, con la pretensión de sentar las bases de un sistema económico mundial, procurando evitar que los conflictos económicos entre las potencias generaran las condiciones para una nueva guerra, como lo fueron la Primera y Segunda Guerra Mundial, esta última todavía en desarrollo al momento de crearse el FMI. De este modo el orgganismo debería cumplir un rol de vigilancia económica. Éste sería semejante al control político que ejercen las Naciones Unidas a través del manejo privilegiado del Consejo de Seguridad, un organismo clave sobre todo en materia de seguridad y relaciones interestatales. Con ello se alejaba el riesgo de que una disputa entre las potencias derivara en un nuevo conflicto mundial. De este modo, sus conflictos se irían dirimiendo en la periferia, sin que afecten a las potencias de un modo directo, como ocurriera en la Primera y Segunda Guerra Mundial.
La presencia preponderante de los EEUU y sus intereses, en la gestación del FMI, encuentra su explicación en la correlación de fuerzas existente. Durante los años de la última guerra (1939/1945), su crecimiento superó - por lejos - al resto de los grandes países. Esto se explica por su lejanía del escenario de los combates y su ventaja de ser un gran proveedor de elementos bélicos destinados a la guerra. Ese sector, en 1939 significaba el 2% del total productivo. Pero en 1943 aportaba el 4O% de la producción. A fines de la Segunda Guerra Mundial (1945) la producción global de los EEUU era prácticamente la mitad del total de la producción mundial. En materia comercial contaba con una participación global del 40% y tenía a su disposición las dos terceras partes del total de las reservas mundiales de oro.
Sobre esos principios, la economía mundial, funcionando sobre la base del patrón oro y la convertibilidad del dólar, aguantó un largo tiempo. Pero, con el paso del tiempo, el oro estadounidense iba dejando de cubrir las emisiones de dólares. La “maquinita” que fabricaba esos dólares permitió a los EEUU mantener altos niveles de vida a pesar de los costos de sus políticas guerreristas. A sus socios europeos no les gustó ese “chiste” y trataron de cambiar las reglas de juego que favorecían a los norteamericanos.
Amparado en su poder militar, en agosto de 1971, el Presidente de los EEUU Richard Nixon declaró la no convertibilidad del dólar a oro. Ahora las cosas serían distintas. El dólar valdría por lo que decían los EEUU y no por el oro que le servía de reserva y garantía. Eso marcó un punto de inflexión en el sometimiento de Europa a los EEUU. También permitió a los EEUU salir de la encerrona en que estaba. De ese modo EEUU rompió los acuerdos que dieron origen al FMI pero se fortaleció políticamente y con ello mantuvo su hegemonía mundial.
En 1973 la OPEP, organización que agrupa a los países productores de petróleo, suspendió sus envíos a los EEUU. La crisis que se desató hizo que el petróleo multiplicara por 4 su precio. Eso empujó a una caída en la economía de la mayor parte de los países. El PBI de los EEUU, en el año y medio que va desde finales de 1973 hasta entrado 1975, perdió un 6,8%.
Después de árduas y variadas negociaciones, Arabia Saudita, el principal productor mundial de petróleo, llegó a acuerdos con los EEUU. Esa asociación dio a la economía de los EEUU una sobrevida. Inundaron con petro-dólares a la mayor parte de los países, sumergidos por la crisis de 1973. El FMI - como instrumento de los intereses norteamericanos - mediante sus empréstitos salía a darle nuevos aires a la economía estadounidense.
En marzo de 1989, el Secretario del Tesoro de los EEUU, Nicholas Brady fortaleció esa tendencia. Promovió un Plan, que lleva su nombre, para el pago de las deudas de los países en desarrollo, ello incluía no solo las deudas públicas, sino también las privadas. Todas ellas se podrían pagar con créditos del FMI y el Banco Mundial. De ese modo se complementa y fortalece la relación entre los intereses económicos concentrados de cada país, con las políticas de los EEUU y su dispositivo más adecuado para esos fines: el FMI.
Las deudas externas pasaron a ser eternas y diversos pueblos del mundo, entre ellos el nuestro, las pagarían con sudor y lágrimas. La libertad y la vida de los mejores hijos de muchos pueblos, alimentarían la continuidad del bienestar de los EEUU, Japón y sus socios de los países capitalistas.
Como conclusión sobre la razón de ser del FMI se puede señalar que su origen e instrumentos responden, en lo fundamental, a las necesidades e intereses de los EEUU. La presencia de los demás Estados fue un complemento que sirvió para darle legitimidad a esa decisión norteamericana.
En los últimos tiempos alcanzan vuelo nuevos protagonistas, son los Fondos de Inversión, más conocidos como “Fondos Buitre”. Nuestro conocido, Black Rock es su mayor exponente. Estos grupos, bajo diversas formas, actúan como complemento de las decisiones del FMI y en acuerdo con la Reserva Federal de los EEUU, una especie de Banco Central de ese país. El Banco Mundial y FMI constituidos como avanzada y custodios de la política de los EEUU han sido eso y no mucho más que eso, herramientas de dominación. En síntesis: Ventajas y privilegios para ellos, desgracias y dolores para nosotros.
ARGENTINA Y EL FMI
Cuando el Golpe de Estado - que llamaron “Revolución Libertadora” - puso fin al gobierno del peronismo (setiembre de 1955) comenzaron nuevas políticas, en los temas centrales de estas reflexiones: deudas y FMI.
Acerca del endeudamiento, apenas asumido el gobierno dictatorial solicitó, a contramano de lo que venía pasando, un crédito internacional. Consiguió préstamos de países europeos, por 500 millones de dólares, de aquella época. Dadas las dificultades para cumplir con sus vencimientos se reunieron en París, al año siguiente (mayo de 1956), representantes de los países acreedores para debatir esa cuestión. Así nació el Club de París, que sigue vigente y hoy agrupa a 22 países, mayoritariamente europeos. Así renació la política de endeudamiento cuyo símbolo es el mítico primer préstamo de la británica Baring Brothers, gestionado por Bernardino Rivadavia en los inicios de la Patria.
El dato más importante a partir del Golpe de Estado de 1955 es que Argentina cambia su política respecto al modelo económico internacional. Hasta allí nuestra política había sido la autonomía, a partir de 1956 es la integración al modelo mundial.
Respecto al FMI, Argentina logró su ingreso formal el 20 de septiembre de 1956, lo hizo un año después del golpe gorila, mediante un decreto firmado por el dictador General Pedro Eugenio Aramburu. Desde esa fecha se han firmado 23 acuerdos. Sin contar el actual, que está en desarrollo, todos ellos fueron incumplidos.
La síntesis de los mismos se puede observar desde diferentes puntos de vista.
Mirando el volumen de los acuerdos, somos - en la actualidad - su principal deudor, tenemos cerca del 30% del total de préstamos del FMI. Ello da cuenta de la profundidad de la relación entablada. Al respecto deberíamos hacernos una pregunta: ¿Somos sus niños mimados, unos privilegiados de contar con esa confianza? O, por el contrario, ¿no seremos los campeones en el torneo mundial de giles, guiados por una dirigencia mayoritariamente cipaya?
Otra mirada surge de la realidad de nuestro país. Ella tiene que ver con los datos que padecemos y que fuera sintetizada al comienzo. Es imposible separar esas dolorosas cifras de la realidad de nuestra inserción en el mundo y de la influencia que tuvieron y tienen, sobre la misma, los acuerdos cerrados con el célebre FMI. Desde este punto de vista, la presencia del FMI se manifiesta en concreto a través de sus “condicionalidades”, que tienen en los objetivos macroeconómicos de cada acuerdo su formal expresión. En términos generales, estas condicionalidades contemplan distintos aspectos. Uno está referido a las dos condiciones generales que forman parte de todos los acuerdos celebrados. Ellos son: Estabilidad de las variables económicas y seguridades acerca de que los acuerdos tendrán continuidad. Eso supone garantías en el sentido de que el capitalismo vigente y los efectos de sus políticas son intocables. Pero también incluye aspectos particulares que se vinculan con las condiciones específicas de cada país y que están sujetas a las constantes y formales revisiones. En las condiciones actuales de nuestro país algunas de las exigencias conocidas, que no forman parte de los acuerdos reservados que desconocemos, son una drástica reducción y/o eliminación de los subsidios a los servicios públicos y “estrictas regulaciones” para limitar el impacto fiscal de la moratoria previsional, norma que fuera aprobada recientemente.
A 67 años de nuestra incorporación al FMI, este organismo ha monitoreado la economía argentina durante 41 años, sus resultados están a la vista, Más allá de algunas imprecisiones, por abarcar transiciones de gobiernos distintos, es bueno enunciar los 23 acuerdos celebrados y los gobiernos que lo hicieron posible. Ello permite observar quienes, desde diversas posiciones político-ideológicas, acordaron las políticas que nos han llevado a esta situación:
Gobierno constitucional, desarrollista de Frondizi/Guido (1958/1962) – 2 acuerdos
Dictadura de Onganía (1966/1970) y Levingston (1970/71) - 3 acuerdos
Gobierno constitucional, peronista de Isabel Perón (1974/1976) – 3 acuerdos
Dictaduras de Videla (1976/1981) y Bignone (1982/1983) – 3 acuerdos
Gobierno constitucional, radical, de Alfonsín (1983/1989) - 3 acuerdos
Gobierno constitucional, peronista, de Menem (1989/1999) - 5 acuerdos
Gobierno constitucional de la Alianza, de “centroizquierda”, de De la Rúa (1999/2001) - 1 acuerdo
Gobierno constitucional, peronista, de Duhalde (2002/2003) - 1 acuerdo
Gobierno constitucional, “centroderecha”, de Macri (2015/2019) - 1 acuerdo
Gobierno constitucional, peronista, de Fernández (2019/…) - 1 acuerdo
Algunas observaciones pueden servir para una mayor comprensión de lo que viene pasando.
Según investigadores del CONICET, el período en el que los acuerdos tuvieron mayor continuidad, va desde fines de 1982 hasta el estallido del 2001/2002. No parece casual que ese período incluya los primeros 20 años desde que la resistencia popular logró la retirada de la dictadura iniciada en 1976. Visto a distancia puede deducirse el interés del FMI y sus mandantes por “rodear” a los nuevos gobiernos constitucionales de sus condicionalidades para asegurarse la continuidad de las políticas aplicadas durante la dictadura.
Respecto al volumen de los acuerdos celebrados, el mayor de ellos fue concretado por Eduardo Duhalde, por un monto equivalente al 9,8% del PBI; cerca de esa cifra le siguen los acuerdos realizados durante los gobiernos de Mauricio Macri y el actual de Alberto Fernández.
El FMI fue protagonista de situaciones que fueron claves para imponer este modelo nefasto e inviable.El señalamiento de algunos de esos hechos nos da el derecho a pensar que no estamos frente a una entidad de “cooperación internacional”. Todo lo contrario, el FMI es - para los argentinos y argentinas - el verdugo que ajusta la cuerda con la que han logrado rodear nuestro cuello desde hace 67 años.
Ello no parece una casualidad. El verdugo siempre actúa cumpliendo órdenes y por cuestiones que para el poder no son las adecuadas. No es descartable que el largo no involucramiento argentino en la guerra y otras actitudes autonomistas semejantes haya movido a los dueños del imperio a aplicar ciertos correctivos históricos.
Esa historia, que empieza con el golpe gorila de “la Libertadora” de 1955 y el ingreso al FMI al año siguiente, se coronó rápidamente con las traiciones del gobierno de Frondizi.Para “estabilizar el problema cambiario” y “frenar la inflación”, Frondizi tomó un préstamo por 75 millones de dólares. Sus cláusulas secretas - conocidas tiempo después - obligaban a un severo ajuste. Entre otras cuestiones, suponía: Una reducción del 15% en los empleos públicos; la paralización de las obras públicas; la privatización de las empresas estatales, la reducción y venta de los frigoríficos estatales, la clausura masiva de ramales ferroviarios (dentro del marco del Plan Larkin), restricciones en el otorgamiento de créditos, aumento de precios y congelamiento del salario mínimo por dos años, entre otras medidas. Ese proceso se concretaría con la venta de 40 empresas estatales, mecanismo iniciado durante la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu. Así, con esa magnanimidad, debutaba en nuestra tierra el FMI.
Los siguientes acuerdos con la dictadura militar, iniciada por Onganía, siguieron aplicando las mismas orientaciones.El gobierno de Isabel Perón firmó un nuevo acuerdo, el primero para un gobierno peronista. Mientras se estaban arriando algunas banderas históricas del peronismo, vino el FMI y prestó su “colaboración”, para dirimir el conflicto que atravesaba a esa sociedad. El Golpe genocida de Videla y los gobiernos constitucionales (Alfonsín, Menem y la Alianza) que los sucedieron recibieron parecido “apoyo” para su política económica. Ello ocurría más allá de variadas e importantes diferencias, particularmente en materia de libertades y derechos humanos. Esa ayuda fue - en realidad - una carga más que pesada, sobre las espaldas de todo el pueblo.
Es más que interesante de qué forma se disolvió el débil poder del gobierno de centro izquierda de la Alianza encabezada por Fernando de la Rúa. En medio de la crisis y después de haber logrado un importante “blindaje” (40 mil millones de dólares) por parte del FMI. Éste obligaba a insoportables condicionalidades: elevar la edad jubilatoria de las mujeres, reestructurar organismos como la ANSES y el PAMI, reducción de salarios, entre otras medidas. La situación fue empeorando. Así llega al Ministerio el inefable Domingo Cavallo, autor con Menem del “1x1: Un peso un dólar”. Las autoridades, nuevamente acuden al FMI. Se ponen en práctica nuevas y “creativas” alquimias financieras.
Es el turno del Megacanje, postergando los pagos por tres años, aumentando intereses y acrecentando deuda. Algunos inversores no cumplieron y el FMI le soltó la mano a Cavallo. La crisis no cesaba y junto a los inicios de los “corralitos” (límites para extraer dinero de los bancos) dieron comienzo los atisbos de la explosión que estalló el 19 de diciembre del 2001. El gobierno de Fernando de la Rúa voló por los aires, aunque fue en helicóptero. En medio del estallido, asumió la Presidencia Adolfo Rodríguez Saa, planteó la suspensión de los pagos de la deuda, hasta que se investigara su legalidad. Gran parte del aparato político del propio peronismo le restó su apoyo y renunció. Blindaje y Megacanje incrementaron nuestros problemas, aumentando enormemente nuestro endeudamiento. Transitamos el mayor default de la historia en el mundo. El pueblo llano pagó y paga las cuentas de esta historia.
En su provisorio turno presidencial, Eduardo Duhalde, nuevamente acudió al FMI. Con las calles ocupadas por piqueteros, el temor al crecimiento de esa oleada plebeya asustó. Ella actuó como incentivo para que dirigentes políticos, empresarios y organismos internacionales, aflojaron un poco la cuerda. Esta vez la cosa funcionó algo mejor y la economía parecía estabilizarse.
Pero el 15 de diciembre del 2005 el Presidente Néstor Kirchner hizo un anuncio que apuntaba a resolver, en parte este problema histórico. Dijo “Argentina se libera” y anunció la cancelación de la deuda con el FMI, pero no rompió con él. La decisión fue importante pero insuficiente, como el tiempo lo demostró.Las deudas, mayoritariamente fraudulentas, estaban acumuladas en diferentes sitios. No se investigó, ni declaró la ilegalidad de las mismas, como lo hizo el Juez Ballesteros, en el año 2000. El Parlamento, convocado a intervenir, cajoneó ese fallo. Nuevamente quedamos prisioneros de las ambiciones y voracidad del capital financiero. Ellos pudieron seguir con sus traperías.
Es imposible no pensar que Mauricio Macri, cuando tomó el inédito préstamo del FMI por 57 mil millones de dólares no imaginaba o no sabía que ese acuerdo era impagable y que quedábamos atados de pies y manos.Así ocurrió y su gobierno no pudo sustraerse al descrédito que generó eso en gran parte de la población. También sería ingenuo imaginar que esa decisión no fue “soplada” por algunos intereses que miran un poco más lejos. Retomar de un modo tan brutal la relación con el FMI roza con los avances que se están produciendo hacia la disgregación nacional y ellos no se limitan al proceso económico.
Lamentablemente, ese retazo gastado del peronismo de Alberto y Cristina Fernández ha decidido legalizar esa maniobra antisocial y antinacional. Gobierna en el marco de las condicionalidades impuestas por el FMI, y se sume en un rechazo que el peronismo en el gobierno no conocía.
Sin embargo, la argentina profunda sigue latiendo. Puede ser que este modelo institucional la condene a ser minoría, pero nunca podrá arrancarle la voluntad de luchar por la emancipación social y la independencia nacional.
La ruptura con el FMI: un camino a recorrer
Después de las consideraciones anteriores solo queda una política a seguir respecto al FMI: La RUPTURA.
En estos largos 67 años de relación, los sacrificios del pueblo han sido enormes y los beneficios prácticamente nulos, tal como surge de las consideraciones iniciales.
Por eso es necesario cambiar el eje de nuestro planteo. Desde el campo popular ha sido muy común plantear que no habrá acuerdos con el FMI sobre el hambre y las necesidades de nuestro pueblo. La realidad demuestra que lo que se acuerda es más de lo mismo. En este caso, es necesario poner blanco sobre negro y avanzar con fuerza en el objetivo de una ruptura con ese instrumento del imperialismo.
Hemos sido extensos en el desarrollo de algunas cuestiones para mostrar de qué modo las políticas del FMI han influido sobre la realidad, dejándonos los efectos conocidos, con la obvia complicidad de la mayor parte de la dirigencia de nuestro país.
Algunas cuestiones de peso complementan las argumentaciones que surgen de los datos señalados.
La primera tiene que ver con la crisis generalizada - que podemos considerar como civilizatoria - que cuestiona las concepciones y perspectivas que se tenían a mediado de la década de los 40’ del siglo pasado, cuando se crea el FMI. Esas diferencias abarcan y se extienden por el conjunto de los fenómenos sociales, desde la ciencia y tecnología hasta las concepciones ideológicas, la relación con la naturaleza y los modos de producción. El intocable e inalterable capitalismo hoy, aunque no existan alternativas evidentes a la vista, está fuertemente cuestionado por su perspectiva de seguir apostando a un progreso infinito y los riesgos que tal concepción trae al propio planeta que sigue siendo nuestra única vivienda. Este es el mundo que está en crisis y su continuidad, bajo las actuales condiciones, no es lo único que podemos hacer.
El otro aspecto que no debemos obviar es el fin de aquella guerra y las modificaciones en las correlaciones de fuerza.Hoy la guerra entre Rusia y los intereses de la OTAN, que incluyen a Ucrania, gran parte de Europa, EEUU y otros países occidentales pone sobre el tapete varios temas. El avance de China, sus acuerdos con Rusia, la aparición del BRICS y la progresiva pérdida de peso de los EEUU y Europa. Este declive es constante y sin visos de que esa tendencia se modifique.
Esto nos lleva a pensar que hoy los EEUU carecen de la potencia para imponer las condiciones económicas del modelo que más convenga a sus intereses. Por otra parte, la crisis civilizatoria demanda respuestas que atiendan más a las nuevas realidades y no a ese pasado que legitimó la explotación capitalista y sus privilegios imperialistas.
Desde el punto de vista interno, ponernos en camino a una ruptura con el FMI significa colocar el eje de la acción en el principal instrumento económico que tiene el poder del capitalismo occidental para someter a nuestros pueblos y frenar sus luchas. Por otra parte, esta bandera puede constituirse en un aspecto central para el reagrupamiento de las fuerzas populares, con la vista puesta en las próximas batallas.
Por Secretariado Ejecutivo de la OLP Resistir y Luchar:
Roberto Perdía, Alejandro Ignaszewski, Carina Peralta,
Carlos Aznárez, Andrea Tomaíno,
Jorge Falcone, Norman Briski